Hola. Me llamo Inés, tengo 16 años y el año pasado terminé el colegio.
Como muchos jóvenes que ya concluyeron sus estudios escolares, me estoy preparando para dar el examen de ingreso a una universidad. Pienso postular a
Indecisa por naturaleza, durante mucho tiempo pensé que quería ser psiquiatra, pintora, musicóloga, etc.… También pensé en Medicina, lamentablemente, muchas de las prácticas que todo médico debe saber hacer me ponen nerviosa y mis padres se encargaron de ahuyentar mi sueño de ser artista.
En fin, hace unos días me inscribí en una academia llamada “Pamer” para lograr el objetivo de ingresar a la Católica. Ya que el examen de admisión es el 24 de Febrero, las clases iniciaron el 2 de Enero. ¡Dos de Enero! ¡Imagínense!
- Te toca en el salón David, en el segundo piso.
Todo eso pensaba mientras subía las escaleras hacia mi destino. Pero no encontré placas con nombres inscritos en las puertas de los salones, sino los números que aparecen en ellas comúnmente. Por lo general prefiero hacer las cosas por mi cuenta, pero al escuchar el timbre me alarmé y le pregunté a un muchacho que se encontraba, al parecer, dando informes dónde quedaba el misterioso salón David. Con un entusiasmo inusual me dijo que era justo el que se encontraba frente a nosotros. Así que, tratando de devolverle sin éxito una sonrisa, entré al aula.
Maldita sea. ¡Carpetas para dos personas! Conduje mi cuerpo postescolar, recientemente académico y preuniversitario hacia la parte posterior del gran paralelepípedo de paredes amarillas que era el salón para sentarme en una esquina. Algo incómoda por pasar ese trayecto en el que toda la gente mira a la nueva personita que acaba de llegar, pero con la esperanza de que no sería un día tan malo, caminé lo más rápido que pude hacia aquel privilegiado lugar.
- ¡Buenos días, señores! – prácticamente gritó, como si se tratase de un militar esperando la respuesta de los cadetes.
- ¡Buenos días, señores! – repitió enérgicamente, obligándonos a darle los buenos días. Una vez satisfecha aquella necesidad espiritual suya de sentirse todo un líder, sus ánimos se calmaron, provocando también nuestro alivio. – Mi nombre es David, yo soy su tutor.
Sólo espero que las cosas mejoren. Después de todo, debo lidiar con las rarezas de aquella academia durante ocho semanas aproximadamente, y más vale que me acostumbre. No quisiera ser preuniversitaria indefinidamente, no quisiera convertirme en una postulante recurrente ni mucho menos volver a Pamer en Marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario